Todos dicen que hay que tener un plan. Pero pocos explican qué significa realmente. Tener un plan no es comprar algunas acciones sueltas, ni saber de memoria cuánto tenés en cada activo. Tampoco es simplemente diversificar.
Tener un plan es mucho más que eso.
Un plan es tu manera de pararte frente al mercado. Es un marco mental, técnico y emocional que te permite tomar decisiones sin improvisar. ¿Por qué? Porque improvisar suele salir caro en el mercado.
Un plan no es una cartera puntual, es una estrategia.
Tener un plan no es tener 50% bonos, 25% acciones, 20% oro y 5% cripto. Eso es una asignación de activos. Eso es una foto.
El plan es más profundo: es ser proactivo. Es pensar qué vas a hacer si el contexto cambia. Un plan no sirve solo para decir “qué hacer”. Sirve sobre todo para no caer en la trampa de la reacción emocional.
Un plan implica tener la capacidad de ir ajustando según haya cambios en los fundamentos, los precios o la narrativa/humor del mercado. ¿Qué pasa si se cae todo, pero vos seguís convencido del negocio? ¿Aumentás exposición? ¿Aguantás? ¿Vendés?
Un plan no te da todas las respuestas, pero te evita improvisar desde el miedo o la euforia. Y, sobre todo, te hace ganar claridad: sabés por qué estás haciendo lo que hacés. Eso, en un contexto como el actual, ya es muchísimo.
Un buen plan no es solo elegir activos que te gusten.
Tiene que tener tu objetivo claro, el nivel de riesgo que estás dispuesto a asumir, y sobre todo, un criterio para tomar decisiones.
Tenés que saber qué activos vas a usar, con qué horizonte, cómo se relacionan entre sí (correlación), y qué peso va a tener cada uno en tu cartera.
Un buen plan mira los fundamentals y los gráficos, entiende el valor del negocio y también el timing de entrada y salida. Incluye diversificación, pero no a lo loco: diversificar no es comprar de todo, es elegir bien y no concentrar riesgo innecesario.
Y sobre todo, un buen plan tiene seguimiento periódico. Porque los fundamentos cambian, los precios también, y lo que era una buena idea hace 6 meses, capaz hoy ya no lo es.
Tener un plan es tener una hoja de ruta. Eso es lo que separa al que sobrevive del que improvisa.
Un ejemplo claro: en 2022, las acciones y los bonos cayeron al mismo tiempo. Muchos planes basados únicamente en la diversificación clásica colapsaron. ¿Y entonces? Ahí es donde un buen plan no se define por cómo te va cuando todo sube, sino por cómo sobrevivís cuando todo cae.
Un buen plan contempla escenarios. Incluye decisiones antes de que la emoción te tome por sorpresa. Establece criterios. Te obliga a evaluar el riesgo, a comparar alternativas. ¿Sirve sumar la acción X si ya tengo la Y? ¿Me agrega valor o la correlación es muy alta?
Cuando ganás, es fácil seguir sin un plan. Incluso puede ser que te creas Warren Buffett. Pero ojo: el mercado siempre te vuelve humilde. El tema es cuando perdés. Ahí se ven realmente los planes (y las personas).
Un buen plan integra análisis fundamental y técnico
El análisis fundamental te muestra mejor qué comprar. El técnico te dice cuándo. Y no son opuestos. Un buen plan combina ambos. Hay que complementarlos!
Los precios, en el largo plazo, siguen a los fundamentos. Es así. Las ganancias, el free cash flow, el negocio.
Cuando un precio se desasocia del negocio (cuando una empresa mejora y el mercado todavía no lo reconoce) aparece la oportunidad. Pero no alcanza con verla: hay que tener criterios técnicos que te permitan entrar bien.
En el corto plazo, los fundamentos pesan menos. Importan más los flujos, la narrativa predominante, el humor del mercado. Por eso un plan también tiene que contemplar eso. Tener reglas claras para operar en esos contextos. Y, sobre todo, saber cuándo no operar.
Siempre mi recomendación es operar a largo plazo. Porque es ahí donde el negocio manda, donde el análisis fundamental pesa más, y donde el tiempo empieza a jugar a tu favor. Es donde construís resultados sostenibles (así lo marca la evidencia empírica). Y ahí las emociones pesan menos, por ende las probabilidades de éxito aumentan.
Pero incluso si operás en el corto o mediano plazo, el plan sigue siendo indispensable. Porque los fundamentos te dan el marco general, pero el timing importa. Saber cuándo entrar, cuándo salir, cuándo esperar. Y, sobre todo, cuándo no hacer nada.
La relación riesgo-retorno: lo que casi nadie mira
Todo el mundo habla de cuánto ganó. Pocos hablan de cuánto arriesgaron. Y menos aún de si valía la pena ese riesgo.
Un retorno suelto no me dice nada. Siempre tiene que ir de la mano del riesgo asumido. Show me the sharpe ratio, que muestra la rentabilidad ajustada por el riesgo.
Un plan sólido parte de ahí:
- ¿Cuál es tu objetivo?
- ¿Qué riesgo estás dispuesto a asumir?
- ¿Cuánto capital vas a poner por operación?
- ¿Qué hacés si sale mal?
Controlar el tamaño de las posiciones es más importante que encontrar “la próxima Nvidia”. ¿Por qué? Porque una buena inversión con mala gestión del riesgo te puede arruinar igual. De hecho, nada sirve sin una buena gestión del riesgo. Nada.
Lo emocional, lo fundamental
Si hay algo más importante que la relación riesgo/retorno, es poder sostenerla en el tiempo. Podés tener el mejor análisis o la mejor estrategia, pero si no controlás tus emociones, todo eso vale prácticamente 0.
La mayoría de las macanas en el mercado vienen cuando las emociones lo dominan a uno. Desesperación, miedo, revancha, euforia, parálisis. ¿Quién no pasó por algo así?
Y ahí está el tema: cuando no tenés un plan, todo se decide en el momento. Y en el momento manda la emoción.
Cuando tenés un plan, ya definiste el riesgo de antemano. Ya sabés qué porcentaje vas a poner. Ya sabés cuánto estás dispuesto a perder. Ya sabés qué hacés si baja un 10%. Entonces, si baja no es un error que te saca de cancha. Es parte del plan. No duele tanto. Porque lo esperabas. Porque estaba en el margen de error aceptable.
El error es parte del plan. Sí. Hay que entenderlo y naturalizarlo. Es así. Cuanto antes lo internalices, mejor va a ser para tus inversiones (y tu tranquilidad mental).
La ejecución: saber entrar, saber salir
“Todo muy lindo, ya tengo mi plan. ¿Y ahora?”
Lo que sigue es lo más difícil. ¿Armar el plan? No. Lo más difícil es respetarlo. Saber dejar correr las ganancias. Cortar rápido las pérdidas si la idea no funciona. Adaptarte a los nuevos escenarios. Parece fácil, pero no lo es.
Tenés que aprender a convivir con las pérdidas, sin buscar revancha, sin enojarte. ¿Es fácil? No, claramente no!
Tampoco tenés que dejarte llevar por la euforia. Porque si te la creés demasiado, el mercado se encarga solito de acomodarte.
Incluso si hacés swing trading, mi mensaje de fondo no cambia: orientá tus decisiones al largo plazo. Ahí es donde se construyen las verdaderas diferencias y donde se gana tranquilidad. No por nada los grandes referentes de la historia fueron inversores de largo plazo.
¿Y los traders? Se estima que entre el 75% y el 85% pierde plata. Es un dato que sale de los brokers regulados. El trading no es aconsejable para la gran mayoría.
Ahora, si te tienta el vértigo del corto plazo, perfecto. Pero que tenga sentido. Una entrada clara, una relación riesgo/retorno favorable, un plan de salida y, por supuesto, un tamaño de posición que tenga lógica en tu portafolio.
Esto no es solo por plata
Todos entramos al mercado por la plata. Pero si nos quedamos solo por eso, nos vamos a frustrar.
Siendo honestos: no hay nada mejor que el mercado convalide una idea/acción que analizaste y bancaste. ¿Cuánto vale eso? Invaluable.
Warren Buffett lo dijo de muchas formas. Charlie Munger también. No invertimos solo para tener más dinero. Invertimos para tener más libertad, para tomar mejores decisiones, para crecer. Y el plan te da eso: tranquilidad y claridad.
Un buen plan no mata la volatilidad. Pero la hace tolerable. Un buen plan te permite dormir tranquilo. Creo que acá se resume la importancia de tener un plan: en dormir tranquilo. ¿Cuánto vale eso?
“Listo, ya tengo mi plan y lo respeto. ¿Encontré la fórmula de fabricar plata?”
Lamentablemente no! Tener un plan no te garantiza que ganes plata. Pero no tener uno, casi siempre te garantiza que pierdas en el largo plazo.
Al fin y al cabo, nadie ve el futuro. Se puede ganar, se puede perder. Pero como invertir es algo probabilístico, hay que ayudar a mejorar la probabilidad de éxito.
¿Cómo se hace eso? Como en cualquier trabajo: estudio, conocimiento, dedicación, manejo de emociones, sentido común, intuición, experiencia. ¿Resumido? Teniendo un plan. No hay atajos.
Y hay que tener la humildad para saber que siempre te vas a equivocar. ¿Está bien? Sí, porque es parte del plan. Ahí juegan la constancia y la disciplina.
Invertir no es una carrera, es una maratón. No hay que olvidarse de eso. ¿Correr muy rápido es lo más importante? No, lo más importante es llegar. Y para eso necesitamos un plan!