El mercado prefiere una mala noticia con certeza que una posible (pero no cuantificable) mala noticia. Y eso es lo que pasa con la guerra entre Israel e Irán.
Sólo alcanza recordar que cuando Rusia invadió Ucrania hace más de tres años, algunos aventuraban que el conflicto iba a terminar en pocas semanas. Lo único que verdaderamente sabemos, es que no podemos saber. Y el mercado detesta esa incertidumbre.
Por eso es probable que las próximas semanas muestren un cambio de humor en el mercado, asimilable a un paciente que es maníaco depresivo con una montaña rusa emocional difícil de tolerar.
El petróleo osciló más del 10% en la última semana. Los metales cayeron (contra toda lógica). Las acciones pasaron del temor al “el conflicto terminará prontamente”.
¿Qué hacer entonces?
Más que nunca hay que tener un plan. De otro modo, seremos también nosotros rehenes de nuestra propia emocionalidad. Y lo que es inapelable es el lenguaje de los precios. Por eso, más que nunca, habrá que identificar que tendencias se mantienen y qué tendencias podrían revertir.
Al momento, la tendencia alcista de los metales sigue intacta.
La tendencia alcista de las acciones presenta algunas discrepancias. Si bien el grueso mantiene el rumbo después de las idas y vueltas de Trump en materia de tarifas, algunos grandes nombres como Apple o Google presentan dudas. Por otra parte, tenemos a Microsoft marcando máximos históricos y a Nvidia muy cerca de hacerlo.
Tenemos la tendencia alcista en las acciones del mundo del uranio acelerando aún más.
¿Qué pasa con Argentina? Probablemente transitando una tormentosa espera hasta las elecciones de la provincia de Buenos Aires en septiembre y las legislativas nacionales de octubre. Lo que se destaca es que la corrección de los bonos ha sido mucho más moderada que la de las acciones.
En definitiva, hay que prestarle más atención al “price action” (lo que hacen los precios) que a los titulares de las noticias. Y para esto, es imperativo tener un plan concreto.
